James Shasha, empresario y filántropo, impulsor de un modelo de intervención basado en la filantropía estratégica y el impacto estructural.
Filantropía

James Shasha

James Shasha, empresario y filántropo, impulsor de un modelo de intervención basado en la filantropía estratégica y el impacto estructural.
Con enfoque estructural y visión a largo plazo, James Shasha transformó instituciones mediante una filantropía estratégica y sostenible.

James Shasha nació en Bagdad, Irak, en 1929, en el seno de una familia judía de origen sefaradí. Su infancia transcurrió en un contexto complejo, marcado por tensiones políticas y sociales que afectaban a las comunidades judías del mundo árabe en la primera mitad del siglo XX.

A los 15 años emigró solo, a los Estados Unidos, una decisión forzada por las condiciones adversas que atravesaba la región. Esta experiencia de desarraigo en la adolescencia marcó profundamente su carácter y configuró una visión del mundo centrada en la resiliencia, la educación y la responsabilidad individual como herramientas para el progreso.

Completó sus estudios secundarios y accedió a la educación superior en Wesleyan University, una institución de formación académica con sede en Middletown, Connecticut, fundada en 1831. Wesleyan se destaca por su enfoque en las artes liberales, su compromiso con el pensamiento crítico y su política de formación transversal. Allí obtuvo su título de grado en Economía en el año 1950.

Su paso por esta universidad le permitió incorporar una perspectiva intelectual rigurosa y multidisciplinaria, que más tarde influiría en su concepción sobre la función social del conocimiento, el papel de las instituciones académicas y el valor de la inversión en investigación como motor de desarrollo.

James Shasha promovió vínculos con instituciones educativas, culturales y comunitarias, articulando una visión de participación activa en el fortalecimiento del entramado social.

La combinación de formación académica internacional, sensibilidad comunitaria y experiencia migratoria temprana moldeó una concepción estratégica de la filantropía. Para Shasha, donar no era un gesto aislado, sino una forma de inversión estructural con objetivos de largo plazo.

Desde fines de los años setenta, y de forma más sistemática a partir de la década de 1980, comenzó a canalizar recursos hacia proyectos educativos, centros de pensamiento y redes comunitarias con impacto directo en el desarrollo social. Su enfoque priorizaba la sustentabilidad de las instituciones, la profesionalización de la gestión y la multiplicación del conocimiento.

Este compromiso lo llevó a establecer vínculos duraderos con universidades, fundaciones y escuelas, tanto en Argentina como en Israel y los Estados Unidos. La mayoría de sus iniciativas se orientaron a generar capacidades en áreas clave como la educación, la psicología, la planificación estratégica, la formación ciudadana y la cooperación internacional.

La filantropía, entendida como una responsabilidad cívica ejercida desde el sector privado, se convirtió en uno de los ejes rectores de su trayectoria pública.